El euro continúa cayendo por octava semana consecutiva frente al dólar. La moneda única ha perdido más del 5% de su valor desde mediados de julio, y se cambia por 1,07 billetes verdes. La magnitud de su retroceso se entiende al observar su evolución en los últimos tiempos, cuando la divisa europea rara vez se ha movido por debajo de los 1,10 dólares. Uno de esos paréntesis se produjo hace casi un año, cuando el dólar llegó a rebasar al euro por primera vez en 20 años. Ahora, con el fantasma de la recesión asomándose al club de los Veinte, el euro se ha convertido en un reflejo de la economía que lo imprime, y su brecha con EE UU se agranda.
Mientras Europa aún batalla por someter la inflación, que lleva meses sin bajar de la barrera del 5%, en Estados Unidos, donde las subidas de precios rondan el 3%, la situación parece estar más controlada. Eso se ha trasladado a la carrera de la subida de tipos: los analistas esperan una pausa por parte de la Reserva Federal (Fed), pero tienen más dudas sobre lo que hará el Banco Central Europeo (BCE).
Los intentos por enfriar la economía encareciendo el precio del dinero han marcado el ritmo de la batalla de divisas, en la que el dólar lleva la delantera. Hace un año, mientras en Washington empezaban a moverse para detener la escalada de precios iniciada durante la pandemia, el BCE relativizaba sus peligros y la tildaba de pasajera. Jerome Powell, presidente de la Fed, anunció la primera subida en marzo de 2022, mientras que en Frankfurt, el BCE, con Christine Lagarde al mando, lo hizo cuatro meses después.
Para el experto en coyuntura política y economía mundial de IE University, Juan Carlos Martínez, esta ligera ventaja supuso un impulso importante para que el dólar se revalorizase en la mayoría de mercados de forma anticipada. La decisión provocó una depreciación conjunta de las divisas clave en el comercio internacional; entre otras, la libra británica, el yuan chino, el yen japonés y el euro. Y aunque esta última ha mantenido un valor superior al dólar durante los últimos doce meses, lejos quedan los tiempos en que el euro llegó a cambiarse por 1,59 dólares. Por aquel entonces, no era raro encontrarse turistas europeos que viajaran a EE UU con maletas vacías para llenarlas de compras a bajo precio aprovechando el cambio ventajoso.
¿Cómo se aprecia una moneda?
En condiciones normales, cuando los bancos centrales suben los tipos de interés, la moneda local aumenta su valor en el mercado de divisas porque los bonos gubernamentales y empresariales se vuelven más atractivos, lo que seduce a más inversores que buscan rentabilidad. Sin embargo, a diferencia de Estados Unidos, Europa no ha conseguido volver a un escenario de “condiciones normales” en los últimos 12 meses. Acosada por la invasión rusa en Ucrania y golpeada por la crisis del grano y una sequía que se agudiza en el sur del continente, a la región le está costando dar nuevos bríos al crecimiento económico. Desde Bruselas pronostican que el crecimiento para 2023 será de únicamente un 0,8%.
En Estados Unidos el escenario es distinto. Pese a su ligera contracción en agosto, el mercado de trabajo americano se ha mostrado sorprendentemente sólido; el consumo mantiene buenas cifras y los salarios han subido por encima de la inflación. Los buenos datos obligarán a la Fed a discutir en su reunión de la semana próxima si hay margen para elevar por tipos por encima del 5,25% actual, lo que fortalecería a la moneda del Tío Sam y depreciaría aún más el euro. Santiago Carbó, analista de coyuntura del centro de análisis español Funcas, sostiene que “no vamos a ver a un dólar flojo hasta que el mercado americano dé señales de debilidad o los mercados descuenten que la Fed ha terminado con la subida de tipos”. Concluye que esta podría llegar antes de que termine el año.
El fantasma de la recesión
Si bien en Europa el mercado laboral se mantiene robusto, con una tasa de desempleo en mínimos históricos del 6,4%, en la región la inflación es más alta que en Estados Unidos, sobre todo si se tiene en cuenta el precio de los alimentos, los servicios y los bienes industriales no energéticos, que aún rondan en promedio en el 5,5%. Martínez cree que Europa no podrá iniciar su recuperación mientras estos no desciendan a niveles normales. A esto añade que el precio del barril de crudo Brent, que se disparó a los 90 dólares esta semana, amenaza con provocar nuevos repuntes inflacionistas.
Bajo este marco, el fantasma de la recesión empieza a asustar cada vez más a los inversores y a los expertos, que estiman que el BCE hará una pausa antes de seguir con las subidas. El presidente del instituto alemán IFO, Clemens Fuest, cree que el organismo, que se reúne este jueves, debe esperar a ver si la economía se debilita más y si la inflación baja antes de tomar cualquier decisión. No hacerlo podría poner contra la pared a economías como la germana, que creció solo un 0,1% en el segundo trimestre de este año, después de una breve recesión técnica, y que podría caer un 0,4% en 2023, según los datos de la Comisión Europea.
Los ganadores y perdedores
Europa paga por los productos energéticos que importa en dólares, por lo que su encarecimiento afecta a los países más dependientes, caso de España, que abonan más por el gas y el petróleo que necesitan. Los consumidores también salen perdiendo porque este aumento se repercute a los precios de consumo.
Aunque no todas son malas noticias para el euro. Gracias a la devaluación de la divisa, las exportaciones europeas se tornan más competitivas en el mercado exterior porque se venden más baratas sin que esto afecte a los márgenes de los productores, y las empresas europeas obtienen más euros al repatriar beneficios o al recibir los dividendos de sus filiales extranjeras. Además, los países que usan el euro se vuelven más atractivos para los turistas extracomunitarios, porque reciben más euros a cambio de sus monedas locales, lo cual abarata su estancia.
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