Lydia Valentín dice adiós | Deportes

Lydia Valentín dice adiós | Deportes

Lydia Valentín se retira. Con ella se va la mejor halterófila que ha tenido nunca España, la única atleta nacional, mujer u hombre, en conseguir una medalla olímpica en su especialidad hasta la fecha (logró el oro en Londres 2012, también la plata y bronce en Pekín 2008 y Río 2016), pionera también en Mundiales, pues es la única española en lograr coronarse como la mejor, oros en 2017 y 2018. Este jueves, en un acto en el Comité Olímpico Español, acompañada de familiares y amigos, Valentín (Ponferrada, 38 años) ha puesto punto y final a su carrera: “Me voy feliz, llena, tranquila y muy agradecida. He conseguido mucho más de lo que jamás imaginé. He puesto a mi deporte en lo más alto del mundo. A partir de hoy comienza una nueva vida que estará llena de éxitos, ya que llevo los valores del deporte que he aprendido”.

Después de dos años sin competir —su última participación fue en agosto de 2021, en los Juegos Olímpicos de Tokio— y debido a una lesión de cadera, Valentín había intentado en los últimos tiempos prepararse para lograr la clasificación para los Juegos de París del próximo año. Inscrita en el Gran Premio de La Habana, disputado el pasado junio, la deportista no pudo finalmente participar por culpa de esa lesión y tampoco consiguió estar lista para el Mundial, celebrado en la primera quincena de este mes y que era clasificatorio para los Juegos, por el mismo motivo.

“Tenía la ilusión de ir a París, pero los Juegos Olímpicos te exigen mucho. Quedan 300 días y hay que dar lo máximo, pero con una lesión de cadera que he tenido es complicado. Tenía claro que no iba a competir si no soy la Lydia de siempre. He conseguido todo y volver a competir y saber que lo que voy a conseguir ya lo tengo, después de un año y pico lesionada, me hace pensar en mi salud. Esta decisión es meditada, pero me voy plena y muy feliz. No me siento triste. Es brutal que la gente recuerde a Lydia Valentín con la halterofilia, un deporte que no es una potencia en España”, reflexionó.

Valentín llegó a la halterofilia un poco por casualidad, cuando tenía 11 años, en su pueblo, Camponaraya, una pequeña localidad de 4.000 habitantes a las afueras de Ponferrada (León). Esta contaba con un programa deportivo en el que la halterofilia estaba presente gracias a que, unos años antes, el que fuera alcalde de esta población, el socialista Antonio Canedo, había construido un recinto deportivo y colocado al frente a Isaac Álvarez, con quien compartía la pasión por la halterofilia, especialidad de la que ambos eran entrenadores. “La conocí cuando tenía siete años. Poseía un talento natural, unas condiciones excepcionales. Destacaba en gimnasia y jugaba a baloncesto de manera espectacular. Era muy coordinada, con una gran potencia… Era superior a todo el mundo”, explicaba Álvarez hace unos años.

Ágil y competitiva, la actitud y aptitud de Lydia sobresalían. En el recién creado programa de deportes de Camponaraya, los entrenadores la adoraban. Se le daba todo bien. “Era la que más corría, la que más saltaba, la que se picaba con los chicos porque las chicas ya no eran rival para mí”, explicaba ella misma a El País Semanal en 2018. Cuando alcanzó los 11 años, probó la halterofilia, le gustó y hasta hoy. “Estaba seguro de que iba a triunfar. Con 14 años, cuando pudo competir por edad, se proclamó campeona de España dos veces consecutivas”, rememoraba Álvarez. A partir de ahí, la Federación Española de Halterofilia apostó por ella y, con 15 años, Lydia, la mediana de tres hermanas, se mudó a Madrid, al Centro de Alto Rendimiento (CAR) del Consejo Superior de Deportes, a la Residencia Joaquín Blume, a 400 kilómetros de Camponaraya. “Mis padres no fueron egoístas. Pensaron en mí. Me vieron tan ilusionada, tan convencida, con tantas ganas… Creyeron que podría ser mi única oportunidad”, explicaba la propia Valentín.

Dos medallas en diferido

Perseverante, técnica y físicamente muy preparada, su fortaleza mental le permitió superar distintos hitos durante toda su carrera. Desde los inicios en el CAR, donde otros atletas, según ella misma recordaba, abandonaban por no aguantar la presión y la exigencia, hasta alcanzar la gloria olímpica en diferido. En 2016, la descalificación por dopaje de varias atletas de nacionalidad rusa, bielorrusa, kazaja y china en las pruebas olímpicas de 2008 y 2012 le dieron la medalla de plata y oro respectivamente en las citas de Pekín y Londres. Fue una alegría, aunque el daño de no haber podido celebrar esas medallas años atrás cuando correspondía estaba hecho. El impacto económico en forma de becas ADO no concedidas y de potenciales patrocinios perdidos también fue importante.

En 2020, cuando estalló la pandemia, Valentín dejó el CAR apresuradamente después de que un técnico diera positivo por covid y se marchó a su casa, donde siguió entrenando. Los Juegos de Tokio, que debían haberse celebrado ese verano, se pospusieron al siguiente, y en la cita japonesa, donde contaba ya con 36 años, llegó con una preparación insuficiente. “No venía en mi mejor momento ni en mi mejor rendimiento. Llevaba tres días sin entrenar y son muchos años en esto. Y milagros… No”, reconocía a este periódico. Ya entonces arrastraba problemas con su cadera y acabó renunciando por ello en plena competición olímpica. Fue el inicio de su adiós. Hoy ha sido el definitivo. Lydia Valentín y su gesto del corazón con sus manos con cada triunfo conseguido en su carrera ya son historia del deporte.

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